domingo, 8 de junio de 2014

"Triunfo de la Orden Benedictina" El Cuadro del Diablo





El cuadro "Triunfo de la orden benedictina" de Antonio Vassilacchi, tiene la distinción de ser el lienzo de mayor tamaño en el mundo, de casi 90 metros cuadrados, que ocupa toda la parte superior de la pared de la entrada en la iglesia. Representa el triunfo de la orden benedictina y se trata del gigantesco retrato de todos los miembros ilustres de la orden benedictina hasta el momento en el que fue pintado, finales del XVI. Desde su fundador, San Benito de Nursia, hasta aquéllos que alcanzaron o los altares o la silla de Pedro, amén de cardenales, obispos, abades, fundadores de otras órdenes, etc.. En definitiva, todos aquéllos que han sido alguien en la Casa de San Benito.



Antonio Vassilacchi (1556-27 agosto 1629), llamado “el Aliense” (“el Extranjero”), es un pintor de origen griego –su apellido natal es, de hecho, Vasilakis- nacido en la isla de Milos, el cual desarrolló su obra en el Véneto, y particularmente en Venecia, adonde se trasladó a temprana edad y donde trabajó en el taller de Paolo Veronese, el Veronés. Militó entre los que restauraron el palacio del Dogo de Venecia, destruido por las llamas en diciembre de 1577. Tras trabajar y dejar sus obras en la iglesia de San Giovanni Elemosinario (Venecia), en la iglesia del Arcángel Rafael y en la de San Zacarías, entra en contacto con los benedicitinos, para quienes realiza varios trabajos, entre otros, desde 1594, los de embellecimiento de la basílica de San Pietro en Perugia, del S. X,



La enorme pintura fue encargada por el abad Giacomo de San Felice de Salò junto a 9 obras más. El Vassilacchi la realizó en Venecia, en donde vivió entre 1591 y 1611. El pintor se había formado en la prestigiosa escuela de Paolo Veronese y Tintoretto, y la influencia de este último se ve con especial claridad en la pintura que representa el bautismo de Jesús.



El mejor lugar para verlo es el altar, pero si usted no sabe lo que está oculto, sólo verá las numerosas figuras, de hecho, todo esto forma una imagen que más se destaca en las fotos, y cuanto más pequeña sea mejor se nota. Este cuadro que también es conocido como el cuadro del diablo y es que el cuadro esconde una figura diabólica que se puede ver solo desde lejos… De hecho, si concentramos la mirada en San Benito y en los dos trozos de cielo donde se ven el sol y la luna, en su lugar veremos el diablo… San Benito es la nariz, los trozos de cielo los ojos, San Pedro y San Pablo representan las orejas y todavía más en alto aparecen los cuernos centrales… Si miramos a los benedictinos vistos desde atrás, parecen colmillos… Afortunadamente no se pintó la boca, si no habría sido aún más impresionante.



Se ignora si el encargo realizado por los monjes incluía tan enigmático retrato o fue un gol que le coló el pintor a sus mecenas, vaya usted a saber si por alguna deuda pendiente, como una manera velada de aludir a la corrupción eclesiástica similar a la que luego utilizaría el mismo Pablo VI cuando de modo no menos enigmático aludía al humo del diablo que se había colado dentro de la Iglesia, o por cualquier otra razón.



El hecho de hallarse sobre la puerta de la iglesia permite también una sugerente interpretación que vincula la obra al principio del “extra ecclessiam nulla salus”, “fuera de la Iglesia, no hay salvación”, sólo el tártaro en este caso.Como quiera que sea, ahí está, uno más de esos enigmáticos retratos diabólicos que se cuelan en la obra de tantos pintores insignes.








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