miércoles, 21 de mayo de 2014

Vik Muniz El artista y su Historia




Vicente José de Oliveira Muniz, conocido como Vik Muniz (São Paulo, Brasil, 1961), es un artista visual que vive en Nueva York. Muniz comenzó su carrera como escultor en la década de 1980. Fue más conocido en 1997 por sus retratos de la serie Chocolate y en 2006 los retratos con desperdicios.



En 2010, el documental Waste Land, dirigido por Lucy Walker, contó con el trabajo de Muniz en uno de los vertederos de basura más grandes del mundo, Jardim Gramacho, en las afueras de Río de Janeiro. La película fue nominada para el Oscar a la Mejor Película Documental en los Premios de la Academia 83.



Vik Muniz a menudo se apropia de las imágenes que sirven como base para sus obras de arte con obras de otros artistas de renombre. Por ejemplo, Muniz utiliza la jalea y mantequilla de maní en la creación de la obra Doble Mona Lisa, después de Warhol, de 1999, sobre la base de una impresión de pantalla de 1963 por el artista pop Andy Warhol y que, a su vez, era una apropiación de la Mona Lisa de Leonardo da Vinci. En 1982 dio por terminada sus obras realizadas con pequeños trozos de papel creando una ilusión óptica en el espectador.



Vik Muniz convierte la basura en arte se vale de latas oxidadas, llantas desinfladas, botellas de gaseosa desocupadas y tapas de inodoros desechadas para construir imágenes poéticas y enigmáticas que, vistas desde lejos, parecen creadas por un dibujante cualquiera. De cerca, sin embargo, revelan que fueron armadas por una mente audaz, interesada en reflexionar sobre el poder que tiene el arte para crear ilusiones y el interés del espectador en creer en ellas.



Muniz pasó tres años en el vertedero más grande del mundo, ubicado en Río de Janeiro, para crear su serie Imágenes de basura (2008). Allí conoció a un grupo de personas que sobrevivían vendiendo los materiales reciclables que encontraban en el basurero. Era gente que existía en medio de los deshechos de otra gente. Muniz tuvo una idea: cambiar la vida de esas personas con los mismos materiales con los que trabajaban. Tomó fotos de los recicladores en medio del vertedero y luego las reconstruyó utilizando los objetos que ellos recolectaban. Después las fotografió, las enmarcó y las puso a la venta. Uno de los recicladores estuvo presente en la subasta en la que su imagen fue vendida en 50 000 dólares. Al oír la cifra, el humilde joven no pudo contener el llanto. El retrato, que revelaba tanto la dignidad como la desesperación de su oficio, transformaría su vida, ya que todas las ganancias fueron para él y sus colegas. Muniz, embajador de buena voluntad de la ONU, no solo trabaja con basura.



Para él, cualquier material tiene el potencial de convertirse en arte y transformar la manera en que las personas ven el mundo: alambre, hilo, chocolate, tierra, polvo, caviar, diamantes, algodón… La obra de Muniz es tan ingeniosa e insólita que lo ha convertido en uno de los artistas contemporáneos más llamativos de nuestro tiempo. Su trabajo hace parte de colecciones en Nueva York, Washington, Londres, Tokio, Madrid y París, entre muchas otras.




“Mi abuela me enseñó a leer como ella había aprendido de manera autodidacta: memorizando la forma completa de las palabras –le explicó Muniz al pintor español Juan Uslé en una entrevista que hace parte del catálogo de la exposición–. Al empezar la escuela, ya podía leer La isla del tesoro, pero no era capaz de escribir, así que empecé a dibujar las palabras". Cuando el profesor de física vio su cuaderno, lo eligió para representar al colegio en un concurso artístico en el que consiguió una beca para aprender dibujo académico.



Pero fue la mala suerte lo que determinó su futuro. Un día, cuando salía de un evento, una bala perdida alcanzó su pierna. Se despertó en el hospital y su atacante le ofreció dinero por los daños ocasionados. Con esa plata viajó a Estados Unidos, donde pudo probar la escultura, el dibujo y la fotografía, para, finalmente, construir un estilo único en el que confluyen las tres artes. Aunque hace 30 años vive en Brooklyn, el trabajo de Muniz está marcado por Brasil. “Yo soy un producto de la dictadura militar –dijo hace unos años en una galería de Nueva York–. En una dictadura no puedes confiar en la información o difundirla con libertad por la censura. Así que los brasileños nos volvimos flexibles en el uso de metáforas. Además, surgió un tipo de sensibilidad desorganizada, satírica y burlesca”. Por esta razón, en su obra resalta el doble sentido, pero sobre una base divertida y lúdica que atrae a todo tipo de espectadores.




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